El último mejor lugar


Si te conectas desde un móvil o una tableta es posible que no veas los guiones de diálogo. Ignoro por qué desde un pc o un portátil se ven perfectamente y, sin embargo, desde una tableta, no. Al menos, desde la mía, acabo de comprobar que no aparecen. Estar, están. Lo juro.

Patricia.




"... ⏤¿Y tú crees que eso será comestible? 

⏤¿Y por qué no? Después de todo no es más que un cacho de carne con verduras.

Aquello no tenía pinta de guiso de carne con verduras. Y era cierto que después de probar la cocina de Eileen Brady, sus expectativas gastronómicas eran mucho más altas, pero aquello no parecía un guiso. Era un mazacote demasiado espeso y demasiado seco.

⏤No sé yo… Parece brontosaurio, no ternera. Y de las patatas mejor no hablar… ¿De qué cosecha son?

Troy echó a reír al ver que su chica miraba el contenido de la humeante cacerola con cara de “esto no me lo como ni loca”. 

Ella también echó a reír. Por él, no por el brontosaurio. Tenía una sonrisa preciosa, irresistible, pero su risa… Era auténtica, espontánea y fresca como la de un niño, y lo hacía parecer uno. Se le ponía cara de adolescente cuando reía, un cambio radical a su porte de hombretón hecho y derecho. Llevaba un pañuelo estilo pirata en la cabeza con el que intentaba despejar su rostro del flequillo largo, y un delantal de cocinero con una frase impresa: “Si te ha gustado el primer plato, espera a catar el postre”. Una frase inocente si no fuera por la silueta desnuda del cincuentón con pinta de salido que lo acompañaba. Troy era todo un personaje, un payaso adorable. 

Los delantales los habían comprado juntos poco después de tomar la decisión trascendental de aprender a cocinar. Tenían que dejar de comer comida basura cuando estaban separados: ella porque no tenía a Eileen Brady cerca mientras estudiaba en Fayetteville; él porque era un empleado del rancho y aún no tenía status de familia para sentarse a su mesa cada noche. Aprender juntos a cocinar, además, les proporcionaba diversión extra en pareja y también disfrute, cuando lo que guisaban se dejaba comer. 

⏤Qué exagerada. Vale, sí, está un poco seco, pero le añadimos un poco de caldo y listo.

Lo dijo mientras lo hacía y, al mismo tiempo, reía. Añadía cucharones de caldo que tomaba de una segunda cacerola, las vertía sobre el guiso y no paraba de reír. Y Patty no dejaba de mirarlo, cautivada por el adolescente que parecía adueñarse del ex jinete cuando se relajaba y lo pasaba bien.

⏤¿Ves? Ya está ⏤dijo él, haciéndose a un lado mientras mantenía la cacerola descubierta para que ella pudiera ver dentro.


Patty asomó la cabeza dentro de la olla.

⏤Lo que veo es que ahora hay un brontosaurio ahogado. Menos mal que tenemos los táper que me dio Eileen, que si no… 

Entre risas y bromas, finalmente pudieron disfrutar de su cena. Y la verdad era que no les había quedado del todo mal. Algo seco, un poco quizás demasiado condimentado, pero comestible. 

La sobremesa fue larga y agradable. Congeniaban bien y él podía ser un gran conversador si se sentía a gusto y, sin duda, lo estaba junto a Patty. Además, su vida como jinete de rodeos le proporcionaba innumerables historias que contar, que a ella le encantaba escuchar. Aunque nunca se lo hubiera confesado, se sabía la carrera del jinete Troy Donahue con puntos y comas. Sin embargo, desconocía los detalles jugosos de cada rodeo en el que había participado, lo que había sucedido entre bambalinas, lejos del alcance de las fotos. Ese mundo fascinaba a Patty tanto como él y solía pensar que le habría encantado conocerlo entonces. Reacia como era a demostrar abiertamente algún interés, se habría convertido en una “grupie” del jinete sin dudarlo un instante, siguiéndolo a lo ancho y largo del país, de rodeo en rodeo.

⏤Lo echas de menos ⏤dijo la joven. No había sido una pregunta.

Él se encogió de hombros.

⏤A veces, supongo. Echo de menos la emoción, la sensación de poder y de libertad que sentía cuando montaba. Estás tú y él y todo lo demás desaparece. Lo único que importa es mantenerte a lomos del animal un segundo más y otro más… ⏤Sonrió⏤. Y si lo consigues, son los ocho segundos más alucinantes que puedas imaginar.

Patty podía entenderlo. Había fotos suyas que se le habían quedado grabadas en la retina nada más verlas. Fotos tomadas durante algún rodeo, justo cuando él montaba al caballo o a la res brava de turno y dejaba su cara al alcance del objetivo. La intensidad de su expresión, la concentración… Comunicaba exactamente lo que él acababa de decir.

⏤¿Volverías al rodeo?

Troy estiró sus largas piernas. Pareció meditarlo un instante. Al fin, movió la cabeza en un gesto negativo que no dejaba lugar a dudas. Era un no rotundo.

⏤¿Por qué no?

Él se retiró el pelo de la frente en aquel gesto tan característico que casi tenía connotaciones de “tic”. Ya no había pañuelo al estilo pirata que contuviera su largo flequillo -se lo había quitado al acabar de cocinar-, y su lacio cabello regresaba una y otra vez sobre su rostro.

⏤Es una vida sacrificada, solitaria y bastante inestable, económicamente hablando. Prefiero estar aquí, trabajar de capataz y cobrar cada quincena. ⏤Sonrió⏤. Y salir con la hija del jefe.

⏤¿Por ese orden?

Troy sonrió. Por ese orden, no. Claro que no.

⏤¿Qué hay de malo con el orden? Al fin y al cabo es como sucedieron las cosas, ¿no? Si no estuviera aquí, no nos habríamos conocido ni podríamos vernos cuando vienes de vacaciones…

Patty asintió aunque esa respuesta no la satisfizo. Troy era cada vez más importante para ella. Sin embargo, a pesar de los tres años que llevaban juntos, para él el orden continuaba siendo el mismo. En aquel momento, Troy se puso de pie devolviéndola a la realidad.


⏤Ahora vengo ⏤lo oyó decir.

Demoró muy poco en regresar, pero Patty, decidida a no seguir dándole vueltas a su última frase, había entrado en una actividad frenética. Había recogido la mesa y se disponía a lavar los platos cuando él volvió a aparecer en la cocina.

Al verla allí, junto al fregadero, la tomó de la mano.

⏤Eso lo hacemos luego ⏤dijo. Volvieron a sentarse a la mesa. Entonces, él depositó una pequeña caja envuelta para regalo con un enorme lazo rojo frente a su chica⏤. Para ti.

Patty lo miró con picardía mientras desenvolvía el regalo con irritante parsimonia.

⏤¿Tan bien me he portado que quieres premiarme? ⏤le preguntó con segundas.

Troy le quitó el paquete de las manos, retiró el envoltorio y volvió a depositar su regalo frente a ella.

⏤No tiene que ver con eso, nena. Porque si fuera así, habría que discutir quién premia a quién ⏤aclaró, rezumando vanidad⏤. No te ofendas. 

Tenía razón. Por citar sus propias palabras “montaba de miedo”. Distinto era que ella fuera a admitirlo. 

⏤Tampoco es para tanto, nene ⏤apostilló Patty, lanzándole una mirada displicente.

Pero cuando al fin abrió la caja y vio lo que contenía…

Troy era el mejor. No existía en el mundo otro como él. Y no solo por lo que hacía, sino por cómo lo hacía.

La joven se tomó su tiempo. Aquella llave sujeta a una argolla metálica era todo un mensaje por sí misma. Viniendo de él, mucho más. Y a riesgo de parecerse demasiado a una adolescente enamorada hasta las trancas de su profesor de ciencias, aquel era justamente el tipo de mensaje que necesitaba recibir de él. Lo cual no hacía sino confirmar con cuánta habilidad se la estaba llevando a su terreno. Tierno como un cachorro de Husky, guapo a morir y encima listo. Que Dios se apiadara de ella. 

Manteniendo a raya la emoción, la joven alzó la vista hasta él y le ofreció una de sus sonrisas burlonas.

⏤¿Sabes que todos los Brady tienen una copia de la llave de esta casa, no? En casa de Eileen y John está colgada en el tablero que hay junto a la puerta. Puedo cogerla cuando quiera ⏤y a punto de soltar una carcajada añadió⏤: Por favor, dime que lo sabes…

Troy la contempló risueño mientras pensaba que menudo tanto acababa de marcar. A juzgar por la reacción de aquella preciosa mujer, el más certero y efectivo desde que salían juntos. 

⏤Y yo que pensaba que te iba a hacer ilusión tener tu propia llave, que te la diera yo… Inconvenientes de la diferencia de edad, supongo ⏤apuntó con fingida simplicidad⏤. Para los de mi generación, las llaves eran un tema muy serio. Y tan serio… Hasta la fecha, solo se la he dado a dos mujeres ⏤sus miradas se encontraron⏤ y con la otra me casé.

Lo dicho. Dios se apiadara de ella, pensó Patty. 

⏤Y te divorciaste. Quizás va siendo hora de cambiar de regalo, ¿no crees? — Más risas y más miradas incendiarias.

Patty se quitó el colgante que llevaba en el cuello, pasó un extremo de la gruesa cadena de plata a través de la argolla y volvió a ponérselo. El peso de la llave provocó que la cadena se tensara hacia abajo, haciendo que tanto la llave como los otros dijes que sostenía desaparecieran por el canalillo, entre sus pechos. Algo que no pasó desapercibido a Troy.

⏤Tranquilo, vaquero. La tendré a buen recaudo ⏤bromeó ella al ver los ojos masculinos perdidos en su escote.

Él exhaló un suspiro. La miró risueño.

⏤Quién fuera llave…

⏤Quién fuera la dueña de la llave ⏤lo azuzó Patty.

Las risas cesaron al instante y Troy se puso de pie. La tomó de las manos, instándola a hacer lo mismo.

Eres su dueña ⏤murmuró él y ya había empezado a inclinarse sobre Patty cuando ella le pasó los brazos alrededor del cuello.

⏤Entonces ¿a qué esperas para darme ese beso de película? ¿O no te has dado cuenta de que me muero por tus besos?



© 2016. Patricia Sutherland

El último mejor lugar

(fragmento del capítulo 1)



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