El boletín de novedades de Jera Romance.
Año 4 - Nº 18 - Agosto 2010

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"El sol nunca se pone sobre el parche de un Angel del Infierno"

Sonny Barger

Legendario miembro fundador de los
Hell's Angels de Oklahoma, California



En este número...


  1. Chico robusto con tatuaje atractivo, se busca.
  2. Un tatuaje que dará que hablar.
  3. Novela romántica Princesa, extracto 2.



Chico robusto con tatuaje atractivo, se busca.

Las únicas cosas que, a priori, tenía claras sobre el posible candidato a protagonista de Princesa, era que debía llevar una impresionante melena rubia y que le "pirrarían" las motos. En mi mente lo veía como un Angel del Infierno, devorando kilómetros a bordo de su llamativa moto, con sus pelos al viento. Partiendo de estas dos ideas básicas, Dakota fue tomando forma poco a poco y del proceso de documentación de la novela surgieron algunas características importantes. ¿Sabes un elemento común que tienen los moteros en general, y los frikis de Harley Davidson en particular, aparte de su frikismo por las motos? Los tatuajes. De hecho, en sus foros hay secciones especialmente dedicadas a este antiquísimo arte de pintarse la piel.

Mi protagonista, estaba claro, tenía que tener uno así que dediqué algún tiempo a escoger un tatuaje acorde a la personalidad de Dakota. Imaginé que una búsqueda en Google me daría miles de imágenes de fantásticos cuerpos masculinos decorados por atractivos tatuajes en los que inspirarme. Já, nada más lejos de lo que sucedió. Cuál no fue mi sorpresa al comprobar que chicas robustas con atractivos tatuajes, las que quieras... pero si lo que quieres es un chico robusto con tatuaje atractivo, mejor que seas muy buena imaginando...

Exacto. Piensas bien; me lo tuve que inventar porque la única imagen de chico robusto con tatuaje atractivo que encontré no acababa de "casar" con lo que yo tenía en vista para Dakota. De todas formas, los tatuajes no están nada mal, y la robustez de este modelo masculino no se discute, y ya que estamos, me lo he traído para que lo veas. Que mi infructuosa búsqueda de una imagen adecuada al menos sirva para alegrarte los ojos un rato, ¿no te parece? :-)





Un tatuaje que dará que hablar.


Un tatuaje es algo muy, muy personal. Mucho más que la forma de vestirte o el estilo y color que lleves en el pelo. Y lo que lo hace tan personal es que modificarlo o quitarlo no es tan sencillo como cambiar de guardarropas o de peinado. Representen un acierto o el peor error de tu vida, allí quedan, sobre tu piel. ¿Cuál eligiría alguien como mi protagonista? ¿Y dónde lo llevaría?

Bueno, dos características destacadas de Scott Taylor, alias "Dakota", son que:

  1. es un tipo imprevisible, y
  2. es un individuo muy sexual. Por naturaleza y por juventud.


Estos dos atributos eliminan de la lista de candidatos posibles las cadaveras con casco de motorista, los esqueletos humanos con chupas de cuero -con un parche de Harley en la espalda-, y las sirenas de curvas voluptuosas, todos ellos bastante comunes entre los amantes de la velocidad.

Tenía que ser algo... inesperado, sorprendente. Magnético.

Algo lo bastante inesperado, sorprendente y magnético para concentrar la atención de una mujer como Tess.

Fue pensar en ella y verlo claro: un señor tatuaje, que muestra una parte de la auténtica naturaleza de Dakota y que cautiva a Tess. A ver qué te parece.

A mí, desde luego, me resultó tan atractivo que se lo propuse a mi chico -el de verdad-, a ver si colaba... No hubo suerte :-(

Pero bueno, como se suele decir, "siempre nos quedará París"... Con París -mejor dicho, Dakota-, te dejo hasta la próxima.

Un abrazo grandote,
Patricia


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Princesa

© Patricia Sutherland

Extracto, 2


     —Hola, vecina ¿qué, haciendo footing?
     Tess se detuvo y se volvió hacia la voz con resignación. Por alguna razón que no acababa de comprender su pelilargo vecino, con el que no había coincidido ni una sola vez en diez años, ahora era una visión recurrente, como si formara parte del paisaje.
     Ella se miró su propia indumentaria deportiva en un gesto ostensible.
     —Ya que la respuesta resulta obvia —dijo al fin con una expresión fingidamente interesada—, deduzco que en realidad no era una pregunta, ¿verdad?
     Desde el suelo donde desmontaba una pieza metálica, Dakota soltó la carcajada. Se puso de pie, meneando la cabeza incapaz de creer que aquella mujer pudiera ser tan rebuscada —y que a pesar de serlo, le resultara tan jodidamente atractiva, aunque eso era harina de otro costal—, y se dirigió hacia ella, limpiándose la grasa de las manos con un trapo.
     —Deduces bien —dijo con una sonrisa cautivadora—. Se llama hablar por hablar y la gente vulgar lo hace todo el tiempo ¿por qué no pruebas, a ver qué tal?
     Ella jamás hablaba por hablar —¿acaso tenía algún sentido?—, lo que no creía, en absoluto, que la convirtiera en alguien especial. Y en circunstancias normales, se lo habría dicho sin ambages. Éstas, no lo eran.
     Simplemente, porque Tess se había quedado atrapada en aquella sonrisa. En sus labios delgados, perfectamente delineados, que lucían húmedos y de un color rosado fuerte, como si llevaran carmín. Podrían ser unos labios de mujer, pensó. Pero no pertenecían a una mujer, y la media perilla —apenas una franja corta y estrecha de pelo que nacía debajo su labio inferior y le llegaba hasta el final de la barbilla—, daba fe de ello.
     Dakota la miraba sonriendo, entre expectante y divertido, y ella...
     Tess era consciente de que él se estaba burlando, y lo hacía con descaro, pero su cerebro, era evidente, había decidido ignorar la burla y concentrarse en aquella boca que, inexplicablemente, encontraba... ¿apetecible?
     Inglaterra, concluyó ella mirando a otra parte con una creciente sensación de bochorno, no le estaba sentando nada bien si podía encontrar algo “apetecible” en aquel niño descarado. Y cargó las tintas sobre la palabra “niño” en un intento de que su propio cerebro recordara que la criatura tenía tan solo veinticuatro años.
     Sin embargo, Tess no consiguió apartar la mirada lo bastante rápido, que no pasó desapercibida a Dakota. Entonces, un relámpago, cargado hasta los topes de energía, atravesó al hombre de la media perilla y los labios de mujer, despejándole todas las dudas que tuviera al respecto: jugaría aquel juego. A pesar de que era la peor idea del mundo, jugaría aquel juego hasta el final.
     Todo su lenguaje corporal se transformó en un segundo, pero Tess, ocupada en sus propios pensamientos, no se percató.
     —Corriente —dijo ella mientras quitaba una pelusa imaginaria de su top negro, poniendo fin al incómodo silencio.
     Él frunció el ceño. —Corriente ¿qué?
     —Se dice gente corriente —aclaró Tess—. Es lo más apropiado en este caso.
     La sonrisa apetecible volvió a hacer acto de presencia, aderezada con una pizca inocultable de desafío, anuncio de la carga de profundidad que él estaba a punto de lanzar.
     —Te gusto cantidad, ¿eh?
     Ella alzó las cejas, sus ojos lo escrutaron como si todo él fuera un código cifrado.
     Gustar era un concepto muy amplio, pensó Tess, y muy relativo; también le gustaban los mojitos y el tabaco, y hacía más de dos años que no probaba ni lo uno ni lo otro.
     —Ya lo creo —replicó ella, en tono de guasa, dispuesta a practicar aquel arte insólito de hablar por hablar, ya que él decía que era tan “vulgar”—. Aún no he decidido qué me gusta más de ti, si tu corte de pelo estilo Kurt Cobaine después de un mal viaje, o tus modales exquisitos. Especialmente, cuando bebes latas de gaseosa —hizo una pausa para mirarlo, altiva—. Pero no te apures, cuando lo decida te lo haré saber.
     No esperaba enojarlo —aunque, desde luego, le habría gustado—, y efectivamente, no lo enojó. Al contrario, lo vio asentir repetidas veces con la cabeza sin perder la sonrisa, y Tess tuvo la sensación de que él continuaría con las puyas, pero no fue así.
     —¿Cuándo vuelves a Boston?
     —Me voy el sábado —replicó ella, preguntándose a qué se debía aquel inesperado cambio de tercio.
     ¿Tan pronto? La echaría de menos. Hacía siglos que lo más interesante que Dakota encontraba en la parcela vecina eran los tangas de la hija menor de los Gibb, secándose al sol.
     Cuando había sol, claro.
     Tres días no daban para muchas florituras con una mujer como aquella.
     Vale. Entonces, nada de filigranas. —Así que la cosa está entre mi pelo y mis modales —comentó él, divertido, al tiempo que le daba la espalda y se dirigía al interior del garaje.
     A Tess le pareció que él volvía para ocuparse de su “princesa” de hierro, su moto, a la que siempre estaba limpiando y sacando brillo, pero en aquel momento Dakota se quitó la camiseta, y un instante después, cuando ella aún no había tenido tiempo de recuperarse de la sorpresa, él se llevó una mano al cabello, y lo liberó de la banda con que lo sujetaba en una coleta baja.
     A continuación, se quedó tal como estaba, exhibiéndose con desparpajo, esperando pacientemente a que la medicina hiciera efecto.
     Los ojos de Tess siguieron los trazos del dragón bicéfalo de dientes amenazadores, cuyas alas desplegadas rodeaban los hombros de Scott, como si estuvieran abrazándolo. Su sinuoso cuerpo, cubierto de escamas, zigzagueaba a lo largo del eje central de la espalda masculina, con una belleza transgresora propia de las obras de Don Ed Hardy.
     Aquello era un festín visual en escala de azules, violetas y rojos, volcados sobre un lienzo excepcional.
     Sin embargo, Hardy no podía haber sido el autor de aquel tatuaje. Entre otras razones porque ya que se había retirado antes de que Scott naciera.
     Y además, ni siquiera alguien con semejante sentido de la estética, habría podido concebir una visión tan fantástica como aquella voluptuosa cola dentada de dragón despareciendo bajo la cintura de los calzoncillos, que asomaban, sugerentes, por encima de los tejanos.
     La sola idea de averiguar cómo sería el final del tatuaje la hizo suspirar. Entonces, Tess volvió a la realidad, roja de vergüenza, y Dakota, con una sonrisa radiante, se echó la prenda al hombro, dando por finalizado el espectáculo.
     —Acabo de hacerte más fácil la decisión ¿a qué sí? —dijo, mirándola de soslayo antes de atravesar la puerta que comunicaba el garaje con la vivienda—. Por si no nos vemos de nuevo, que tengas buen viaje.
     Vaya, si lo había hecho.
     Tess acababa de descubrir que le encantaban los dragones.
     En especial, los de cola dentada.





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