LA LOCURA MÁS MARAVILLOSA DE TODAS - 5


Quinta y última parte de un momento muy romántico y bastante «hot» de B.B.Cox y Harley, la pareja de tatuadores de la Serie Moteros.





- I -


Miércoles 20 de abril de 2011, al anochecer.

Residencia de Brandon Baxter-Cox

Knighstbridge, Londres


Después del (último) beso de tornillo, Brandon y Harley al fin abandonaron el dormitorio para seguir caminos diferentes. Mientras ella iba al salón privado donde estaban sus padres acompañados de Jana, Lau y Declan, él se dirigió a la habitación de Hugo donde se hallaba su familia. 

Sabiendo que se vería las caras con Kyle, el buen talante de Brandon se agrió considerablemente mientras subía las escaleras. Jana mantenía un contacto bastante estrecho con Gayle y se había enterado por ella que su cuñada no había cambiado de opinión; su separación de Kyle, muy probablemente, acabaría convertida en divorcio. Para el estirado de su hermano, divorciarse -y que en su círculo social se supiera que su matrimonio había naufragado-, era un castigo de una dureza sin precedentes. Para Brandon, en cambio, era una especie de justifica poética. Kyle, que había intentado joderle su relación secreta con Harley, acababa teniendo que enfrentarse a un divorcio público. Dicho lo cual, eso no le parecía suficiente castigo. La relación fraterna nunca había sido buena y ahora estaba bajo mínimos. Tensa como nunca. Tensa al extremo de que lo que sentía en su presencia eran unas insoportables ganas de zurrarlo, mediara provocación o no.

A ver qué tal se desarrollaban las cosas ahora que la noticia de la que iba a enterarse aquella noche era de las que podían causarle un daño irreparable, si el cabrón de Kyle se iba de la lengua. 

Dado que lo último que deseaba era que Hugo lo pasara mal, se colgó su mejor sonrisa antes de golpear a la puerta dos veces.

—¡Adelanteeeee! —oyó la voz de su hijo, histriónica.

Brandon asomó la cabeza. Hugo estaba en mitad de la habitación con su capa de invisibilidad, el sombrero de Gryffindor y una varita en su mano derecha. Sentada en la cama, estaba Fay que le dio la bienvenida con una sonrisa. En un sillón estaba Perry Baxter que casi no le dirigió ninguna mirada, tan atento como estaba a lo que Hugo contaba. Y a la izquierda, recostado contra la pared junto al escritorio de su hijo estaba Kyle, el caraculo

Qué ganas de zurrarte, cabrón.

Los hermanos intercambiaron miradas, pero ni una sola palabra.

El primero en hablar fue Hugo.

—¡Al fin, papi! —dijo mirándolo con ojitos traviesos.

Brandon entró en la habitación, fue hasta él e ignorando su gesto de «¡por favor, no!», le dio un beso en la frente.

—¿Por qué «al fin»? Dudo muchísimo que estuvieras quedándote sin historias que contar... A mí me has estado hablando sin parar durante tres horas y seguías en el día uno del viaje.

—Jajaja —se burló el niño—. Lo digo porque has tardado. Por lo visto, el periodista ese tenía un montón de preguntas... —dejó caer travieso.

Un gesto que Brandon ignoró para ir a saludar a sus padres.

—Menos mal que solo fueron cinco días, ¿no, madre? De lo contrario, tendrías que acampar en mi salón. —Besó a Fay en la mejilla e ignoró su mirada, a la sazón, tan traviesa como la de su hijo. Y eso que ella ignoraba que no había sido atender a un periodista lo que había estado haciendo hasta ahora.

—Lo cual sería un problema enorme para tu sentido de la independencia —apuntó Fay, risueña.

Si había pretendido ser una regañina, Brandon no se dio por aludido. Amaba su independencia por encima de todas las cosas. Y ahora, además, estaba casado. No quería padres ni suegros campando en ninguna parte de la casa.

—No tengas la menor duda sobre eso —declaró. Se detuvo frente a Perry—. ¿Qué tal París?

El padre de Brandon recibió la pregunta de muy buen grado. Su hijo llevaba años limitándose a saludarlo con un cabeceo. Que ahora se aviniera a un intercambio de frases le parecía un salto olímpico en su relación paterno-filial. 

—La ciudad, estupenda, como siempre. Sus habitantes, no tanto. Sin parisinos, París sería el sumun de la perfección. ¿Y tú, qué tal? ¿Qué tal esos días de vacaciones en donde sea que estuvieras?

Brandon asintió con la cabeza dando a entender que habían estado bien. Extáticamente bien, en realidad, pero como no quería emocionarse antes de tiempo, continuó con lo importante.

—Harley no tardará en llegar... ¿Por qué no vamos pasando al salón? Imagino que te quedas. —Se refería a Kyle, pero ni lo nombró ni lo miró.

Quien respondió fue Fay.

—Vaya pregunta, cariño. Por supuesto que se queda. —Se levantó de la cama donde estaba sentada, y pasando un brazo alrededor de los hombros de su nieto, cambió de tema—: Nos tienes que seguir contando la visita a la Escuela de Magia, Hugo. ¡Queremos todos los detalles!

—¡Todos! —la secundó Perry—. Qué viaje más ideal… Si no fuera que hace tiempo que se me ha pasado la época de disfrazarme, yo mismo propondría una visita familiar al mundo de Harry Potter...

«¡No, por Dios!», pensó Brandon. Sin embargo, dijo algo diferente.

—Francamente, no te veo con una varita mágica pronunciando hechizos, padre.

«Vaya novedad. Tú nunca ves nada aparte de tu propio ombligo, idiota», pensó Kyle.

Uno a uno fueron abandonando la habitación del niño y pusieron rumbo al salón principal de la casa mientras conversaban sobre las aventuras de Hugo en Escocia.


* * * * *


En el salón privado de Brandon, el ambiente era muy diferente. Los Reynolds tenían una excelente relación con su única hija y estaban tan intrigados como felices por el viaje relámpago que los había llevado a Londres. No sabían de qué se trataba, pero conocían a Harley. Lo que se traía entre manos tenía que ser grande si en vez de elegir el teléfono para compartirlo, había exigido hacerlo cara a cara.

Lau, por su parte, se había quedado muy solo en Ámsterdam tras la marcha de Harley y de Jana. Sus mejores amigos, aquellos junto a quienes había pasado los momentos más especiales de los últimos diez años, estaban reunidos bajo el mismo techo aquella noche. Independientemente del tipo de noticia que el anfitrión fuera a compartir con sus invitados, él ya estaba más que servido tan solo con escuchar sus risas y disfrutar de su compañía.

Jana y Declan eran un asunto aparte. A título personal, estaban rodeados de las personas más importantes de su vida, lo que hacía la reunión especial e inolvidable más allá de la noticia que darían Brandon y Harley. Noticia que acapararía todo el interés en cuanto la compartieran. Pero, además, había un asunto paralelo, que solo los implicaba a ellos dos y que mantenía dividida su atención. 

Por un lado, debían participar de las conversaciones y mostrarse como siempre. Pero no estaban como siempre, ahora eran amigos con derecho a roce y lo que de verdad querían era rozarse. Eran conscientes de haber abierto la caja de Pandora, pero suponiendo que fuera posible volver a cerrarla, cosa que dudaban, lo que sabían con certeza era que no deseaban hacerlo.  

Por otro lado, no querían que se supiera que habían estrenado un nuevo estatus. Lo habían comentado muy como al pasar entre ellos y el tema no había vuelto a salir, pero en los días que llevaban rozándose a placer, ambos habían descubierto otra cosa; más allá de la conveniencia de evitar las mofas a las que los someterían sus queridos amigos en cuanto supieran que compartían más cosas que un café de tanto en tanto, estaba el morbo que les producía enredarse en cualquier rincón, sabiendo que podían cazarlos con las manos en la masa. Un morbo que los había llevado a tener sexo en lugares inverosímiles en otras circunstancias, como el ascensor de servicio de un centro comercial al que habían ido, en teoría, a comprar comida para llevar, el baño o el almacén de la boutique. Dos lugares posibles, pendientes de probar, eran el baño de la habitación azul de Harley y el aparcamiento privado de Brandon. Y la realidad era que muy probablemente cederían a la tentación y los probarían a ambos aquella misma noche. Primero el baño, para aliviar al gusanillo morboso. Luego el aparcamiento, a modo de postre. Con pensamientos tan excitantes rondando sus cabezas, no era de extrañar que intercambiaran miradas furtivas de lo más explícitas a cada rato... [...]



©️ 2024. Patricia Sutherland
«La locura más maravillosa de todas - 5».
(Fragmento)






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La locura más maravillosa de todas - 5, de Patricia Sutherland. Quinta y última parte de la mini-serie dedicada a B.B.Cox y Harley. Basado en Los moteros del MidWay, 6.

PERSONAJES:

B.B.COX ❤︎ HARLEY

EXTENSIÓN:

6.560 palabras ❤︎ 26 páginas

BASADO EN:

Los moteros del MidWay, 6. Una locura maravillosa. Londres.