UNA EXCUSA PARA BESARTE 

Un relato tierno y romántico, con una buena dosis de humor, sobre el «no-motero» del bar The MidWay y la hermana mediana del irlandés Dylan Mitchell ❤️




- I -

Sábado, 25 de diciembre de 2010.

Casa de Dylan y Andy.

Cala Morell, Menorca.


[...]

—Vaaale, perdona, era una forma de hablar… —Maverick le hizo un guiño a Shea antes de decirle a Ike—: ¿Qué, presidente, te ves capaz de organizar otra quedada?

La risa de Ike precedió una respuesta muy propia de él; cuando se trataba del MidWay, sus socios principales o sus clientes moteros, prefería no dar nada por sentado.

—Habrá que ver si sobrevivo a la primera, tío. Todavía no tengo nada claro que Dakota no acabe intentando asesinarme.

Erin, sentada a su lado en el sofá, le quitó importancia al tema.

—¡Qué dices! Será una quedada fabulosa y todos lo vamos a pasar genial. A Dakota no le quedará más remedio que darte las gracias y felicitarte, ya lo verás.

La espontaneidad de Ike había sorprendido a Brennan una vez más. La gente solía ser más contenida cuando estaba en su presencia, mucho más si se trataba de los amigos de sus hijas y era evidente que aquel amigo en particular, sabía que él lo estaba observando, pero eso no parecía cohibirlo. Sin embargo, lo que más le había sorprendido en esta ocasión había sido la respuesta de Erin. Sus palabras destilaban felicidad y hablaban de cosas tan opuestas a la Erin que conocía, como la noche lo era del día.

—¿«Vamos»? ¿Vas a asistir a una quedada motera o comoquiera que se llame? Dios mío, ¿qué le ha pasado a mi seria y formal hija mayor?

A pesar de que aquel día en particular su padre se había mostrado bastante recatado, estaba claro que Brennan Mitchell seguía siendo Brennan Mitchell. Seguramente, el motivo de tanto recato no tenía que ver con que se hubiera vuelto un hombre razonable, sino con estar en casa ajena en un momento en el que la dueña de casa, alguien a quien admiraba y quería, había recibido noticias de lo más inesperadas. Fuera como fuera, Erin se sentía demasiado feliz para dejarse influir por su opinión.

—Se llama quedada motera. Y sí, ¿por qué no voy a ir? Una moto es un medio de transporte como cualquier otro. Y cuando se reúne a un grupo de personas que conducen motos y se organizan actividades en común, lo que tienes es una quedada motera. No es nada extraño, papá. Va perfectamente acorde con tu seria y formal hija mayor.

Anna había sido una de las primeras en percatarse del talante especialmente alegre con que Erin y Ike habían regresado al salón. De haber tenido alguna duda, la mirada cargada de dulzura que él le dedicó en aquel momento, se habría ocupado de borrarla del mapa. Dudaba que su consuegro tuviera alguna objeción que hacer al candidato a novio de su hija mayor, pero, un poquito de ayuda no les vendría mal.

—¡Por supuesto que sí, Brennan! ¿Quién puede resistirse a un plan tan agradable en tan buena compañía? ¡Ni yo! —Anna miró a Jaume—: ¿Podríamos ir también, no? Es en Semana Santa.

—Sí, sí, claro… —respondió algo extrañado de que ella se encontrara tan bien como para proponer un viaje. Su mirada se cruzó con la de Andy y comprobó que lucía tan extrañada como la suya.

Jaume se extrañó aún más cuando Anna volvió a hablar.

—¿Te apuntas, Brennan? Según tengo entendido, habrá autocaravanas para los que somos muy mayores para ir en moto.

Desde su sillón orejero al que Andy había añadido un reposapiés para que pudiera descansar la pierna afectada, el padre de Erin miró a su hija y a continuación a su acompañante. 

Ike se había mostrado en todo momento atento y servicial. Con todo el mundo, no sólo con Erin. Por las circunstancias, no había podido dedicarle toda la atención que habría deseado, pero estaba conforme con lo visto hasta ahora. Además, el solo hecho de que estuviera en aquella casa en calidad de invitado de su hija mayor, decía bastante de él. 

Bastante, pero no suficiente.

—Creo que tienes razón, Anna —concedió—. Será muy interesante ver esa reunión de moteros con mis propios ojos.

Aquella mirada de padre que sabe lo que se está cociendo en la vida de su hija consiguió que el rostro de Erin adquiriera un ligero tono rosado que, sumado al brillo de sus ojos, expresó a las mil maravillas su nivel de incomodidad. Algo que ella intentó disimular concediendo a lo dicho por su padre con una mueca indiferente. 

Ike sintió que, de buena gana, estrujaría a Erin entre sus brazos. Desde que la había besado, se moría por repetir y casi cada gesto suyo y cada sonrojo eran como una tentadora invitación para él. Consciente de que en aquel momento no podía dar rienda suelta a sus deseos, tuvo que conformarse con rozarle ligeramente la mano. 

Un gesto inofensivo y hasta inocente, cuyos efectos regresaron a él como un boomerang, provocando la consabida revolución de mariposas que, esta vez, se alzaron con la victoria, convirtiéndolo en ochenta y cinco kilos de pura gelatina.


* * *


—Tengo curiosidad… ¿Por qué ese Dakota quiere asesinarte? —quiso saber Brennan.

Erin exhaló un suspiro nervioso. Su querido padre no había podido elegir un tema mejor.

La pregunta iba dirigida a Ike, pero fue Maverick quien respondió. 

—Porque es Dakota. Es mi socio y me apoyó desde el principio en todo, pero cuando se le mete algo entre ceja y ceja se pone muy burro.

Brennan vio que Shea concedía a lo dicho por su pareja asintiendo con énfasis. Al mirar a Erin lo que vio fue que sus ojos, ajenos a cuanto la rodeaban, permanecían sobre a Ike con cierta… ¿culpabilidad? Ahora estaba mucho más interesado que antes en conocer la respuesta.

—Maverick tiene razón. Dakota es un tipo bastante peculiar —concedió Ike. No deseaba ahondar en el asunto principalmente por Erin. También porque hablar mal de Dakota sin que él estuviera presente no le gustaba..

—Bueno, alguna razón tendría, ¿no? —insistió Brennan.

—¿Y qué más da, papá? —intervino Shea. 

Erin bajó la vista, cada vez más rabiosa con su padre y más incómoda por la situación. Era un tema del que había evitado hablar con Ike y no le agradaba que estuviera sobre la mesa ahora. Sabía positivamente que su padre objetaría.

—¿Cómo qué más da? Ike está aquí por invitación de tu hermana, claro que importa. Espero que no te ofendas, Ike, pero, en mi opinión, quien se enfada siempre tiene una razón para hacerlo, sea una razón equivocada o no —dijo Brennan.

Algo en la mirada de aquel hombre, consiguió que Ike dudara acerca de sus verdaderas intenciones. No creía que le pareciera algo tan relevante y, de parecérselo, no elegiría un momento como aquel para aclararlo. Lo haría de forma privada. Fueran cuáles fueran sus auténticas intenciones, Ike optó por la sinceridad.

—Tiene que ver con algo que sucedió el día de su boda. En realidad, empezó antes de eso. Por alguna razón, nunca le he caído bien. Pero cuando se enteró de que yo estaba viendo a una chica con la que él había tenido algo en el pasado, acabó de crucificarme. Yo no estaba al tanto, así que la llevé de acompañante a la boda. Y… 

Dylan que había permanecido atento a la cuestión, decidió que había llegado el momento de meter baza.

—De eso, nada, tío. Sabías muy bien que Dakota no quería ver a Chelsea en el bar, mucho menos en su boda.

Ike casi se había olvidado de que allí había otro motero para quien tampoco era santo de su devoción, pero no se acobardó. 

—Eso lo sabes tú porque a ti te habla, a mí no. Si vamos al caso, tampoco quiere verme en el bar. Sé muy bien que solo me tolera porque me dejo un buen dinero allí todos los meses. Pero resulta que recibí una invitación para asistir a su boda. Así que, ¿en qué quedamos?

Dylan no tenía la menor idea de cómo se las arreglaba aquel tipo para seguir cayéndole gordísimo a pesar de su alegría y de haberse bebido media bodega, pero ahí estaba; cayéndole gordísimo. 

—¿Y crees que te la envió él? No eres tan imbécil para no haberte dado cuenta de que la invitación fue de Tess. No me cabrees con tus memeces, tío, que hoy estoy muy feliz para… —El irlandés dejó la frase inacabada cuando un pellizco en la cintura le hizo ver las estrellas.

¡Sopla!, pensó Brennan. Lo último que había esperado con su pregunta era descubrir que aquel hombre elegante y educado tampoco tenía el beneplácito de su hijo. Le resultó de lo más interesante. Se fijó en su hija mayor y notó que la mirada que le dedicaba a su hermano era similar a las que precedían una batalla campal cuando ambos eran adolescentes. Otro descubrimiento de lo más interesante. ¿Erin se proponía tomar partido? No se lo perdería por nada del mundo.

Más que tomar partido, lo que Erin buscaba era que su querido hermano cerrara su bocaza. Era el tipo más hermético que había conocido en su vida y hoy, por lo visto, no callaba ni bajo el agua.

—Lo que yo creo es que no es asunto nuestro lo que sucediera en esa boda, Dylan. Fue hace tiempo y la mayoría de nosotros no estábamos allí, incluida tu mujer, según creo. Me parece descortés por tu parte insistir en este tema.

Dylan sonrió con guasa. Toma ya. Y a mí me parece que la pequeña Erin se ha cabreado. Y luego, esperarás que me crea eso de que entre tú y Hannibal no hay nada…

—«Perdona, guapa», no he sido yo quien sacó este tema —repuso, parte en español y parte en inglés. Había imitado hasta el tono un tanto chulesco que le había oído usar a Andy cuando ella hablaba en la lengua materna. 

Y a continuación, apuntó con su dedo a Brennan.

A Ike también le había molestado que Dylan fuera tan incisivo y, a pesar de que la inesperada intervención en su favor de Erin había equilibrado la balanza, tenía gran interés en dejar el asunto bien zanjado. Estaba bastante harto de que todos en el bar estuvieran siempre tan dispuestos a justificar a Dakota y a apalearlo a él. Ambos habían cometido errores, pero en la cuenta de los moteros, solo contaban los suyos. Aquella era una ocasión perfecta para dejar claro su punto de vista.

—No pasa nada, Erin. —Un nuevo roce de sus manos. Una nueva revolución de mariposas—. Iba a decirlo de todos modos porque tu padre lo ha preguntado… —Su mirada cambió de foco. Miró a Brennan Mitchell—.  Las cosas se descontrolaron cuando mi acompañante se puso a hablar con la novia. Por lo visto, esa había su intención desde el principio y yo no lo sabía… Sin entrar en detalles, digamos que Tess se enteró de cosas que una novia no espera saber del novio el día de su boda… Dakota montó en cólera. Yo, que no estaba en mi mejor momento, me sentí obligado a intervenir y la cosa acabó muy mal. —Ike se encogió de hombros y no apartó la mirada del padre de Erin al admitir—: Fue mi culpa. No debí beber ni debí llevarla de acompañante. La cuestión es que me he disculpado muchas veces desde entonces. Tess las aceptó. Dakota, no. Y como no quiere verme ni en pinturas, está poniendo muchas trabas a la organización de la quedada. Se niega a que sea yo quien la organice. Pero es que no hay otro que quiera hacerlo… Todos quieren participar, claro, pero ocuparse de organizarla, no… Así que, respondiendo a su pregunta, esta es la razón oficial de su enfado. Aunque, como digo, nunca fui santo de su devoción y no sé el porqué.

Como padre, Brennan no podía evitar ponerse en los zapatos del padre de la novia y, desde esa perspectiva, lo sucedido le parecía muy bochornoso. Por otra parte, apreciaba la sinceridad en la gente y, como católico, creía firmemente en el poder del perdón y en que no debía negársele a quien lo pedía con arrepentimiento e intención de reparar el daño causado. 

—¿Se ha negado a aceptar tus disculpas?

—No solo eso. La verdad es que me combate todo lo que puede. Conor, el que tiene rastas multicolores en el pelo, no sé si lo recuerda de la boda de su hijo —Brennan asintió. Como para no recordarlo; su peinado era de los que no se olvidaban jamás. Ike continuó—: Él era el presidente del club, pero se casó hace unos meses y cuando se trasladó a vivir a Suiza, ya no podía ocuparse de llevar los asuntos del club. El cargo quedó vacante y yo me ofrecí a ocuparlo. Fui el único que se ofreció. Dakota no quiso ni oír hablar de que yo fuera el presidente. Me ignora hasta el punto de que todo lo que tiene que ver con la quedada en honor a su hija sigue intentando gestionarlo a través de Conor, y no de mí. Así están las cosas.

Brennan asintió, complacido. La jugada le había salido mucho mejor de lo esperado. Ahora no solo tenía más claro el interés de Erin por aquel hombre con el que inesperadamente se había presentado a la cena familiar; sin proponérselo, también había logrado información clave sobre el hombre cuestión. Había aprendido más cosas acerca de Ike Adams en los últimos diez minutos, que en las horas que llevaba observándolo.

—Está claro que ese Dakota es un sujeto bastante peculiar —concedió—. Cuando la gente es así, lo mejor es ignorarla.

—Eso hago. Pero, la verdad, es bastante frustrante… 

«E injusto», pensó Erin. Tan injusto como que su querido padre tuviera que elegir precisamente aquel momento para sacar a relucir el tema.

—¿Te has quedado a gusto, padre? —le preguntó, dedicándole una mirada muy parecida a la que antes le había dedicado a su hermano.

Brennan sonrió por primera vez desde que habían empezado a hablar sobre la boda de Dakota. Y fue justamente aquella sonrisa, entre pícara y divertida, proveniente de un hombre que habitualmente se mostraba tan serio, lo que confirmó a Ike que sus sospechas eran ciertas. La pregunta había estado dirigida a él, pero los motivos no eran los que Erin suponía.

—Muy a gusto, gracias.

La malicia que había teñido su voz, hizo que Erin se quedara mirando a Brennan con desconfianza mientras analizaba lo sucedido. ¿Era posible que padre e hijo le hubieran estado tomando el pelo descaradamente? De Dylan, no le extrañaba; era un bufón. De su padre, sí, y mucho. 

[...]

Erin sacudió la cabeza.

—Eres increíble, papá. Los dos sois increíbles —espetó, señalándolos a ambos con un dedo, igual que antes había hecho Dylan.

Para entonces, las risas se habían adueñado del salón y continuaron haciéndolo durante un buen rato.



©️ 2021. Patricia Sutherland
«Una excusa para besarte».
(Fragmento)




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CLUB ROMÁNTICAS: Siempre has sido tú. Parte I.

PERSONAJES:

IKE ❤︎ ERIN

EXTENSIÓN:

25 páginas  ❤︎ 9.679 palabras

BASADO EN:

Los moteros del MidWay, 5. Noticias inesperadas. Menorca.