ROMINA & CO., 2


Es el mes de julio, las mellizas Mitchell acaban de llegar al mundo y, como no podía ser de otra manera, el bar The MidWay planea una gran sorpresa para sus padres. En la buhardilla de Dakota y Tess, se ocupan de su propia sorpresa…




Miércoles, 15 de junio de 2011.

Buhardilla de Dakota y Tess,


Hounslow, Londres.


De madrugada.



Tess abrió los ojos y pestañeó varias veces. La habitación estaba totalmente a oscuras, aparte de las tenues luces de seguridad del suelo del pasillo. Una sensación extraña hizo que se tocara los pechos y la humedad que le mojaba el camisón le hizo sospechar que su niña había vuelto a hacerlo. Un vistazo a la hora se lo confirmó y se levantó de la cama procurando no hacer ruido. Scott se había acostado tardísimo y todavía podía dormir tres horas más, antes de que fuera la hora de levantarse para ir a su trabajo matutino; el taller del que era socio, junto con su cuñado y mejor amigo, Evel.

Cogió a tientas dos puñados de Kleenex de la caja que había sobre su mesilla de noche y se los puso dentro del sostén para que absorbieran el persistente escape de leche. Tenía los pechos a rebosar y por partida doble; perdía líquido por ambas. De puntillas, se dirigió hasta la habitación de Romina. La pequeña luz de noche que iluminaba la cuna, aunque tenue, le permitió ver, ya desde la puerta, que su pequeña continuaba durmiendo plácidamente. Ni siquiera se había movido de posición.

Se dirigió hacia la cuna y la observó largamente. Era su hija y no podía ser objetiva, pero, en su opinión, Romina era la bebé más hermosa del mundo. Con su escaso pelito rubio, sus ojos de largas y curvas pestañas, y esas mejillas rechonchas que era imposible no besar… 

En ese momento, la niña movió una pierna y un instante después, giró la cabeza hacia el otro lado. Tess prefería dejarla dormir hasta que se despertaba por sí misma, pero tenía la pechera del camisón empapada y en todo caso, mantener la regularidad en los horarios era fundamental en la casa de un matrimonio en el que ambos trabajaban. Decidió que le daría de mamar y después le cambiaría los pañales, antes de devolverla a su cuna para que siguiera durmiendo a pierna suelta, tal como hacía su padre. 

Romina abrió los ojos brevemente al sentir la cercanía de su madre. Emitió uno de sus sonidos aún ininteligibles cuando la sacó de la cuna y se dirigió con ella en brazos al cómodo sillón que había junto a la lámpara de pie, muy cerca del cambiador. Tess la encendió con el pie y tomó asiento. En ningún momento dejó de hablar con su hija, que continuaba más dormida que despierta.

—Eres una pequeña muy dormilona, Romina… ¿Sabes qué hora es? ¡Son las cuatro menos cuarto! Y así estoy —añadió, en voz muy baja—. Desbordándome sin remedio. Vaya desastre… Así no puedo darte de comer. A ver, vamos a intentar… 

Tess no completó la frase. Pasándosela de un brazo al otro, según le hacía falta, se desnudó de cintura para arriba. Quería evitar que sus prendas empapadas permanecieran junto a la piel de su bebé mientras la amamantaba, ya que era muy propensa a las irritaciones. Libres del sostén que los contenía, y absorbía parte del líquido que manaba incesante de ambos pechos, este no tardó en deslizarse por su abdomen. Estaba poniéndose perdida y también mancharía a Romina. Buscó con la mirada algo que hiciera las veces de contención temporal, y cogió la toalla limpia que había sobre el cambiador. Acomodó a la niña contra uno de sus pechos y, a continuación, colocó la toalla sobre el otro. Ahora solo faltaba que su pequeña, que seguía bastante dormida, empezara a comer. Con un poco de suerte, Romina la vaciaría de buena parte de la leche, y el resto lo retiraría con el quita-leches. Si todo iba mejor que bien, en una hora podría regresar a la cama, y dormir hasta que sonara el despertador, a las siete.

—Vamos, pequeña mía, ánimo… —le pidió Tess, amorosamente, al tiempo que acercaba el pezón a los labios de su hija, instándola a que empezara a comer—. Si tu padre estuviera aquí, te diría…

Tess dejó la frase a medias. Supo que sus mejillas se habían arrebolado porque le ardían. Como casi todas las cosas que salían de la boca de Scott en relación con esa parte de su anatomía, que cumplía la doble función de saciar el hambre de su retoño y las fantasías eróticas de su marido, no era apto para menores de edad. 

En aquel momento, Romina al fin se cogió al pecho de su madre y empezó a chupar. Primero lo hizo despacio, como si le diera pereza afanarse en otra tarea, cuando lo que en realidad quería era dormir. Pero, al cabo de unos minutos, para alivio de su madre, la pequeña empezó a comer como la misma glotonería de siempre. 

A Tess le encantaba mirarla mientras la amamantaba. Le gustaba ver cómo se agarraba al pecho con su mano regordeta y comía con la vista fija en un punto. Sin distraerse. A mitad del proceso, cuando el acto constante de succionar parecía dejarla agotada, cerraba los ojos y relajaba la tensión del cuello. Entonces, Tess sentía todo el peso de su pequeña cabeza sobre el brazo, y se abstraía en la contemplación de aquel rostro hermoso, que toda la familia decía que se parecía al suyo, algo con lo que ella discrepaba. En su opinión, Romina era el vivo retrato de su padre. Eso sí, con rasgos más delicados, como correspondía a las facciones de una niña. 

Generalmente, al cabo de unos minutos de descanso, Romina reanudaba su tarea y el proceso inicial, volvía a repetirse. Otras veces, tenía que despertarla para que continuara mamando. Hoy, por lo visto, no sería ese el caso.

Al cabo de varios minutos, tomó a la niña con cuidado y la cambió de pecho. Romina rezongó, como era de esperar.

—Ahora sigues, pequeña. No te enfades. Toma —murmuró, acercándole su otro pezón a la boca. La niña se cogió enseguida y siguió comiendo, glotona—. ¡Vaya, sí que hay hambre! 

Tess le acarició la punta de la nariz. Su pequeña princesa era una maravilla. Amamantarla era de las experiencias más grandiosas que había tenido como mujer. Y verla crecer, cambiar un poquito cada día… Era increíble. Muchas veces, con Scott, la ponían sobre la cama de matrimonio tan solo por el placer de tenderse a su lado y contemplarla mientras dormía. 

Una sonrisa tierna iluminó el rostro de Tess. 

Haberse convertido en padres era un regalo, la mayor experiencia de sus vidas. Los dos estaban tan enamorados de su pequeño retoño, y tan satisfechos de la experiencia de ser padres, que ahora se habían lanzado a otra aventura; la de serlo por segunda vez. 


* * *


Dakota se dio la vuelta boca arriba. Extendió el único brazo que tenía sobre la cama, ya que el otro colgaba por el lateral. De repente, como si un haz de conciencia atravesara su cerebro, tanteó la superficie del colchón repetidas veces. Su brazo ocupaba buena parte del lado de Tess y si ella estuviera allí, lo que tocaría no sería el colchón, sino a ella. Además, la sábana estaba fría. Hacía rato que su mujer no estaba allí.

El motero se incorporó sobre sus codos y, mientras la plena conciencia regresaba a él muy despacio, aguzó el oído, ya que la ausencia de luz era casi total.

No se oía absolutamente nada. La buhardilla estaba insonorizada desde hacía mucho, aislándolos del ruido exterior. Pero a Romina no había cómo insonorizarla, estaba en plena fase de dentición, y, últimamente, rara era la noche que el dolor no la despertaba llorando. Su pequeñina tenía un buen par de pulmones; fuera de la buhardilla nadie la oía, pero dentro…

Dakota se quedó tal como estaba durante unos instantes. Pensando. Intentándolo. Sentía el cerebro entre algodones, prueba irrefutable de que todavía estaba grogui. Pensó que podía encender la luz y consultar la hora. Eso le ofrecería información útil para explicar tanto silencio. Pero si se había despertado por sí solo y Tess ya no estaba a su lado, había muchas posibilidades de que estuviera en el baño, duchándose. Eso significaba que ya era la hora de arrastrar sus molidos huesos al taller de Evel, lo cual le daba una enorme pereza.

Aunque también era posible que, si encendía la luz, descubriera que todavía era de madrugada y que la razón por la que su mujer se había levantado, era para darle de comer a Romina.

Aquel pensamiento permaneció en la mente de Dakota, creciendo, y abriendo ante sus ojos excitantes alternativas… [...]


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©️ 2024. Patricia Sutherland

«Romina & Co., 2»

(Fragmento)






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Romina & Co., 2, un relato sobre Dakota y Tess, basado en Los moteros del MidWay, 4.

PERSONAJES:

DAKOTA ❤︎ TESS

EXTENSION:

6.727 palabras ❤︎ 30 páginas

BASADO EN:

Los moteros del MidWay, 4. Extras Serie Moteros 10