La llegada de un hijo cambia por completo la vida de sus padres, ¡imagínate si son dos! ¿Y qué pasa cuando esas dos nuevas personitas llegan al seno de una familia numerosa, que además cuenta con decenas de amigos?
Momentos de risa, de alegría, otros de total asombro, sorpresas, visitas inesperadas… Y mucha, muchísima ilusión es lo que encontrarás en Días de ilusión, 1, el primero de una serie de relatos a través de los cuales me propongo capturar lo que pasa en la vida de Andy y Dylan (y su familia y amigos -moteros y no moteros-, por supuesto) tras el esperado nacimiento de sus mellizas.
En esta entrega, la sorpresiva llegada del padre de Andy no es bien vista por los Estellés y los ánimos se caldean tanto, que ni siquiera la alegría por el nacimiento de Zoe y Coral, logrará aplacar el enorme enfado del motero irlandés. Mucho menos aún, el de su mujer.
Miércoles, 20 de julio de 2011.
Centro hospitalario.
Ciudadela, Menorca.
El estado de Andy había mejorado de forma considerable tras la ducha. Tina había regresado justo a tiempo de ayudarle a peinarse. Secador de pelo y cepillo en mano, había dejado a su amiga como recién salida de la peluquería. Y había hecho algo más; convencerla de darle un poco de color a su rostro. Después de soltar una risita irónica, Andy le había respondido que, con las prisas de haberse puesto de parto, se le había olvidado coger el neceser del maquillaje.
—Pero yo he venido preparada… —repuso Tina. Fue hasta la puerta del baño donde había colgado su bolso, rebuscó en su interior, y le mostró un neceser de pequeñas dimensiones con gesto triunfal.
Andy apretó los labios.
—Lloro a cada rato, así que no sé yo si será una buena idea…
—¡Claro que es una buena idea! —Tina regresó junto a ella, apoyó el neceser sobre las piernas de Andy y lo abrió—. Mira, ponemos un poquito de corrector de ojeras, luego, te doy un poco de lápiz negro en el párpado de abajo y lo rematamos con una buena capa de rímel. ¿Qué te parece?
Andy la miró con gesto cómico.
—¿Es a prueba de agua?
—Que sí, mujer… Verás cómo te levanta el ánimo cuando te mires en el espejo…
«Del cuello para arriba», pensó Andy. Porque como se mirara de cuello para abajo, le daría una depresión.
Las amigas intercambiaron miradas y Tina supo exactamente lo que Andy estaba pensando.
—Vamos a ver, Andy… Acabas de parir. Tu cuerpo ha tenido que hacer un esfuerzo de adaptación enorme para sostener la vida de dos bebés, a falta de uno. Toda esa piel y toda esa hinchazón es normal. ¿Sabes cuánto tiempo me tomará volver ponerte en forma? —Hizo chasquear los dedos frente a la cara de su amiga—. Será así de fácil, nena.
Andy concedió con un movimiento de la cabeza.
—Si lo sé… Pero además de llorar a cada rato, estoy un poquito tonta… Un poquito muchito —dijo con un deje tristón. Pero enseguida cambió de actitud—. Tú dale al cobertor y al rímel, que pienso volver a la habitación y dejarlos a todos con la boca abierta.
—¡Así se habla! —dijo Tina. Y enseguida se puso manos a la obra—. Menuda sorpresa te ha dado tu padre, viniendo a Menorca …
Los ojos de Andy se iluminaron.
—Ay, sí, ya lo creo… Cuando Dylan se hizo a un lado, y lo vi… ¡Madre mía, por poco inundo la habitación! —Incluso ahora, con solo recordarlo, se le anudaba la garganta.
—Tengo que reconocer que Chad lleva impresionándome desde que reapareció, la última Navidad. Al principio, desconfié. No voy negarlo. Ahora puedo decírtelo; entonces, no podía. Pero con el paso de los meses, está dejándole claro a todo el mundo que, esta vez, ha vuelto para quedarse en la vida de sus hijos… Y no puedo alegrarme más por ti y por Danny, cari… —Andy asintió complacida. Tina continuó—: Yo no sabía nada de que venía y al volver a tu habitación y verlo jugando con Luz… ¡Por poco me caigo de espaldas!
—Solo lo sabía Dylan… —concedió Andy con una sonrisa enamorada—. Este hombre es increíble…
De primeras, Tina le dio la razón. Pero enseguida reparó en lo dicho por Andy.
—Oye, ¿tu madre no lo sabe?
Fue entonces cuando Andy se dio cuenta de que eso que para ella había sido una enorme sorpresa, para Anna podía ser un shock.
—No… ¡Madre mía, tengo que avisarle…! Por lo menos, que sepa a qué atenerse… Aunque, ya se está pasando mucho, para mi gusto, con eso de pretender que su enfermedad siga siendo un secreto para mi padre…
Tina le tendió su móvil.
—Estoy de acuerdo contigo, pero eso da igual. No es decisión tuya ni mía, cari. Hay que avisarle.
Andy concedió con un suspiro y se dispuso a marcar el número de su madre… [Sigue leyendo]
©️ 2024. Patricia Sutherland
«Días de ilusión, 3».
(Fragmento)
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