Bombon, Entre Historias 2
Festival Country Regional
27,28 y 29 de Mayo de 2005
Twin Lakes, Wisconsin
El Festival Country de Wisconsin estaba al rojo vivo: aforo completo por segundo día consecutivo, treinta grados que la humedad hacía sentir como cuarenta, y un ambiente realmente festivo. Cuando Amanda Brady con su banda de seis miembros apareció en el escenario, el clamor de los veinticinco mil espectadores hizo temblar el suelo.
Desde que había vuelto al mundo de los vivos, todos sus directos eran vibrantes, pero Jordan sabía lo mucho que significaba este festival para Mandy. De hecho, era la primera vez que la había visto nerviosa. Para Mandy subirse a un escenario y cantar era algo natural, que hacía sin esfuerzo, completamente relajada. Pero desde dos días antes estaba nerviosa. Jordan lo sabía. Nadie lo habría adivinado: con su falda y camisa vaqueras, sus botas de cowgirl y su impresionante melena al viento, comiéndose el escenario, estaba exultante.
Y doblemente felíz; toda su familia estaba ahí con ella, parte mezclada entre la multitud, parte cerca del escenario, junto a Jordan y sus asistentes que, microauricular y walkie dispuestos, controlaban que todos los detalles técnicos de la actuación fuera rodados.
Jordan estaba más tenso que felíz. A Mandy le encantaban los festivales, a él lo ponían de los nervios: no controlaba directamente las cuestiones de seguridad y eso le daba miedo.
—¡Harry...! ¿Qué coño pasa con ese revuelo? Asegurad esa zona, que ese capullo se calme... —Jordan subió de un salto sobre unas cajas de equipos para ver mejor—. Me da igual. Que se quite de ahí —gritó al micro— ¡Joder, Harry! ¿Dónde están los demás?
Cuando Jordan volvió al nivel de Jason y Gillian continuaba nervioso y con cara de pocos amigos.
—¿Qué pasa? —preguntó Jason preocupado.
—Demasiada cerveza —respondió su amigo sin mirarlo. Tenso, atendía con medio cerebro la evolución de Mandy sobre el escenario y con la otra mitad, el rincón este del mismo, donde un hombre lleno de tatuajes y pinta de exaltado era contenido por gente del equipo de seguridad, y obligado a retroceder detrás de las vallas.
—Bueno, es lo normal... —dijo Jason mientras le pasaba un brazo por el hombro—. Cálmate, tío, que te vas a quedar calvo...
Gillian soltó la risa. Jordan se limitó a echarle a Jason una breve mirada con mensaje y volvió su atención al escenario.
—Está genial —comentó Jason, refiriéndose a su hermana. Había sido un intento de que su amigo se relajara.
Pero Jordan no se dió por aludido. Su atención estaba en otra cosa.
—¿Qué? —preguntó él, y su vista no abandonó el rincón este del escenario en ningún momento.
Jason miró a Gillian divertido. Jordan era dos Jordan: el amable, gentil y relajado en lo personal; el tenso y exclusivamente concentrado en Amanda Brady en lo profesional. Desde que su representada era también su chica, peor.
—Digo —Jason apretó el abrazo para llamar su atención. Jordan lo miró brevemente— que no se qué le haces, tío, pero se la ve genial...
—Es genial —contestó él brevemente. Y su atención volvió a Mandy que hacía una pausa esperando que los aplausos y gritos se calmaran para decir algo.
Jordan se ajustó mejor el microauricular.
—Como sabéis —empezó Mandy recorriendo el escenario de un extremo al otro mientras hablaba—, esta es mi primera vez aquí —los aplausos y los gritos volvieron a dominar el aire. Mandy sonrió y volvió a hacer una pausa—. ¡Gracias, sois geniales! Estar aquí hoy es una gran alegría para mí y me he traído a toda mi familia para celebrarlo a lo grande... ¡Seguro que esos alaridos son de alguno de mis hermanos! —Hubo risas y aplausos. Mandy se puso la mano de visera—. ¡Wow! ¡Sois un mogollón...! Esto os va a encantar...
Jordan meneó la cabeza. Cada vez que Mandy decía las palabras "esto os va a encantar", al que no le encantaba era a él.
El clamor de la multitud volvió a atronar el lugar.
—¿Sabéis cuál es la primera canción de la lista de favoritos de mi Ipod? —preguntó Mandy al público.
"Bright Me Up" de Ken Bryan. Todo el mundo lo sabía. No solo era la primera canción de su lista de favoritos, era el sonido de su móvil y uno de los temas que exigía en el hilo musical de sus habitaciones de hotel. Las veinticinco mil personas que llenaban el predio donde se celebraba el festival, también lo sabían: como si lo hubieran ensayado, en un rugido bastante afinado, el coro multitudinario empezó a entonar la canción. Mandy aplaudía.
—¿Qué coño haces, Mandy? —Había sido un pensamiento en voz alta, pero Jordan lo dijo en el micro, sin darse cuenta. Nadie respondió.
Odiaba que se saliera del programa. Odiaba que exaltara a la gente más de lo que de por sí se exaltaban solo con verla. Y odiaba que no se lo consultara: antes lo hacía siempre; desde que habían vuelto juntos con nuevo plan era la primera vez. Y para Jordan, sería la última.
—¿No estaba previsto? —preguntó Gillian suavemente. Jordan negó con la cabeza y se quedó esperando a ver qué venía después.
Mandy hacia gestos con la mano a la audiencia para que callaran y la dejaran seguir.
—¿Qué os parece si le pedimos a Ken que venga y me acompañe con su canción? —todo el lugar era un clamor pavoroso, exaltado—. ¿Estás por ahí aún, Ken? —preguntó Mandy mirando hacia el backstage —. Veinticinco mil personas te están invitando a cantar conmigo, ¿te apuntas?
La cara de Jordan iba cambiando por segundos: sus mejillas más coloreadas, sus ojos cada vez más brillantes y sus mandíbulas más tensas. Cuando Ken Bryan apareció en el mismo escenario con todo su sexappeal y su sonrisa cautivadora, trotó hasta Mandy y le pasó un brazo por los hombros, Jordan ya no oyó ni vio nada más. Se arrancó el microauricular de la oreja, dio media vuelta y desapareció por el corredor que llevaba a los camerinos a paso vivo y con la vista fija al frente.
Jason y Gillian se miraron con el ceño fruncido.
—¿Por qué no vas con él? —sugirió ella.
Jason miró un instante el lugar por donde había desaparecido Jordan y meneó la cabeza.
—Mejor no.
—Sois amigos...
Jason la miró con ternura. —Ahora no soy su amigo. En este mismo momento, soy el hermano de su chica...
Gillian sonrió pícara. —Wow... ¡qué formal suena! ¿Seguro que hablamos de Amanda Brady?
—Ni que lo digas, pimpollo... —rió Jason—. Ni que lo digas.
Mientras fuera 25.000 personas enloquecían bajo la potencia de dos de las mejores voces country del país cantando a duo, en el baño, Jordan estaba rabioso.
Y celoso.
Encerrado en un cubil, había tardado un par de minutos en darse cuenta de que la razón de haberse largado no era que Mandy se hubiera salido del programa. No le gustaba que lo hiciera, pero sabía que eso enloquecía a sus fans y que Mandy no dejaría de hacerlo. Le gustaba el factor sorpresa, lo disfrutaba como una niña.
Lo que le pasaba eran celos. Lisa y llanamente.
A Mandy, Ken Bryan le encantaba. Las veces que habían coincidido, a Jordan le había dado la impresión de que era un sentimiento mutuo. Y era una estupidez, sí, pero aquel tipo era tan perfecto, era como la versión masculina de Amanda Brady. Y además, su canción era el sonido del móvil de Mandy... A Jordan le hervía la sangre cada vez que oía la maldita canción. La detestaba.
Y ahí estaba el tío más perfecto del mundo, en el escenario, al lado de su chica, abrazándola mientras millones de flashes recogían el momento.
Mientras él, continuaba en la sombra.
Mientras él, de cara a la galería no era más que el manager de la estrella.
Pero es que era más, era su hombre, el que la amaba, el que siempre había estado ahí para ella. El que siempre estaría.
Pero las fotos mostrarían a otro. Los inevitables rumores que seguirían a las fotos, hablarían de otro. No de él.
Jordan se mordía por dentro cada vez que otro aparecía con ella en público. El solo hecho de que tuviera su atención era suficiente para volverlo loco. No lo aguantaba.
Y ella...
¿Por qué se prestaba a eso? Que mantuvieran las cosas privadas, no significaba que Mandy pudiera...
Era suya aunque no hubiera fotos ni cotilleos.
¿Era suya? Jordan apoyó la cabeza contra la pared y respiró hondo.
Duerme contigo, chaval, no te confundas.
La rabia que sentía era tan intensa que no podía dejar de temblar.
A Mandy le extrañó no encontrarse con Jordan en el improvisado camerino cuando terminó su actuación. Estaban todos, incluidos los Brady, pero él no. Sharon le comentó que se encontraba en el área de prensa con la reportera del Country News. Pero una hora después, cuando recién duchada, vistiendo tejanos y camiseta con el logo del festival Mandy se asomó al área de prensa, Jordan no estaba allí.
Escoltada por Harry Newland, su Responsable de Seguridad, se dirigió a la zona de descanso habilitada para los artistas y sus familias. Había un gentío aunque la música en vivo había sido sustituido por música grabada durante la pausa programada por los organizadores.
—Has estado impresionante —dijo Harry aprovechando que caminaban por un espacio más despejado. Mandy sonrió agradecida—. Pero te advierto que Jordan está cabreado...
Ella lo miró interrogante.
—Muy cabreado —puntualizó Harry.
Mandy se limitó a asentir con la cabeza. En otras épocas habría soltado un chascarrillo, una de sus bromas irónicas. Ahora, era diferente. Como la sensación rara que acababa de ponérsele en el estómago al oír que Jordan "estaba muy cabreado".
Cinco metros más adelante, la sensación rara se volvió ardiente de rabia.
El vikingo alto y guapísimo que estaba con los Brady, era Jordan. La mujer del vestido campesino de lunares rojos, ceñido al cuerpo como un guante, que estaba justo a su lado era Tyler Bradford.
Joder, ahora somos dos los que estamos muy cabreados.
Su padre fue el primero en verla y darle la bienvenida con un abrazo de oso que la levantó dos palmos del suelo como si fuera una pluma.
—¡Hola cariño! ¡Has estado genial!
—Gracias, papi —murmuró en su abrazo.
La mirada de Mandy se cruzó con la de Jordan cuando su padre la volvió a dejar en el suelo. Los ojos de él centelleaban de rabia. Los de ella, más.
Mark fue el siguiente y mientras estaba entre sus brazos y él decía cosas a las que Mandy no prestó atención, sus ojos a vuelo de pájaro pasaron por aquel cuerpo conseguido a golpe de talonario y bisturí y siguieron de largo hasta los de Gillian. Creyó leer un mensaje en ellos: "traquila, Mandy". Mensaje que, por supuesto, ella no tenía la menor intención de considerar.
Los saludos continuaron: su madre, Jason, un par de besos a Gillian. Hizo una parada especial en los hermanitos White.
—¿Cómo están mis dos chicos favoritos? —preguntó Mandy agachada junto a ellos mientras le pasaba un brazo por el hombro a cada uno—. ¿Habíais estado en un festival así antes?
—¡No! —dijo Timmy excitado—. ¡Es genial! ¡Cuánta gente!
—¿Os lo pasaís bien? —preguntó Mandy.
—Sí... pero me han racionado el helado —dijo Timmy mirando de reojo a Mark.
—En eso no me meto —Mandy rió y le guiñó un ojo a Mark que miraba a los dos críos con su expresión de padre—. ¿A tí también te racionaron el helado? —preguntó a Matt, despeinándole los rizos.
—Y las chuches —dijo el niño.
Mandy miró a su hermano con cara de pena, él se le adelantó.
—Asaltaron el puesto del algodón. Y además cayeron dos helados y cuatro piruletas... Se os van a caer los dientes. Por hoy vale —dijo Mark mirando a los niños con actitud de ni-hablar.
Cuando Mandy oyó a los dos niños a dúo soltar aquel "¡jooó!" quejoso, no pudo contener la risa.
Pero como tocaba seguir con la ronda de saludos, se incorporó y respiró hondo. Se volvió hacia Tyler Bradford y procuró no dejar de sonreír.
—¿No nos presentas? —dijo mirando a Jordan con una sonrisa.
Él no sonrió. Estaba que trinaba, pero hizo los honores.
—Claro, ella es Tyler Bradford —dijo mirándola brevemente y refiriéndose a Mandy, añadió—: A ella, no necesito presentártela ¿no?
Mandy sonrió. Tyler se esforzó. No le habían gustado esas presentaciones. ¿Quién era Amanda Brady aparte de una rubita con buena voz?
—Por supuesto —Tyler dio un paso hacia Mandy y le dio un beso en la mejilla—. ¿Quién no conoce a Amanda Brady? Encantada.
Mandy continuó sonriendo a pesar de que el perfume dulzón de aquel esperpentro le supo igual que dos cachetazos en la cara. No devolvió la gentileza. No le daba la gana ser gentil y como era Amanda Brady, se lo podía permitir. Todos decían que era una "niña terrible", así que...
—Llamativo —comentó, en cambio, refiriéndose al vestido carísimo con un escote de vértigo del que asomaban dos globos de quirófano. Luego, miró de reojo a Jordan y cuando vio sus ojos pegado a aquellas tetas, sintió que su sangre alcanzaba el punto de fusión. "Así que esta tía te va", pensó celosa—. ¿Dolce & Gabanna?
—Stella McCartney —aclaró Tyler sonriendo—. ¿Te gusta?
—No —contestó Mandy, espontánea. Ignoró las miradas que algunos miembros de su familia le estaban regalando. También las expresiones entre divertidas y alucinadas de otros miembros de su familia. Miró de reojo a Jordan y lo soltó—. Pero seguro que hay a quien le encanta...
La dueña del vestido se puso roja. Los ojos de Jordan taladraron el suelo.
—Me muero de hambre ¿vamos a comer algo? —sugirió Mandy, de lo más normal.
—Yo tengo que marcharme —se apuró a decir Tyler—. Estoy con unos amigos... Solamente me acerqué a saludar...
¿Saludar? ¿A quién? ¿A Jordan? Mandy respiró hondo. Era el colmo.
—¿En serio? —le preguntó. Sintió los ojos de Jordan que ahora la taladraban a ella.
Tyler prefirió no responder. En cambio se entretuvo en despedirse de los Brady uno a uno. Llegó a ella antes de pasar por Jordan y Mandy no se lo pensó dos veces, cuando Tyler se acercó a besarla en la mejilla, le puso la guinda al pastel.
—Como te vea tonteando con Jordan o vea una llamada tuya en su móvil, voy a ir a buscarte y te aseguro que vas a necesitar que te reconstruyan los implantes —le dijo en voz baja al oído. Luego se apartó para mirarla y confirmarle con los ojos que hablaba muy en serio.
Tyler se quedó cortada. Fue evidente para todo el mundo. Tan cortada y tan violenta que le tocó el brazo a Jordan a modo de saludo, y se marchó sin decir palabra.
“Zorra mentirosa”, pensó Mandy.
Tyler no estaba alli con unos amigos ni se había acercado a saludar.
Flirteaba con Jordan. Descaradamente.
Estaba allí porque sabía que Amanda Brady era parte del cartel y si estaba ella, su manager también estaría. Le tiraba los tejos a Jordan con total descaro. Como se los tiraba medio universo aunque Mandy estuviera presente. Porque claro, para el resto del mundo Jordan Wyatt seguía siendo un tiarrón guapísimo que además, estaba vacante.
Y era así porque él no quería que los relacionaran sentimentalmente.
Él decía que no era conveniente.
Y ni siquiera se lo había dicho a su propia familia...
Y además te gusta. Esa zorra te gusta, Jordan. Eres un cabrón.
Mandy y Jordan no cruzaron palabra en todo el viaje de regreso al hotel. Ella, que había aprendido a reconocer los sutiles signos del controlado vikingo que conducía el Land Cruiser con los ojos clavados en el tráfico sabía que iba al límite: sus mandíbulas se tensaban de a ratos y los nudillos se cerraban sobre el cuero que revestía el volante, con crispación.
Pero lo suyo no era mejor. En el segundo que Mandy vio a aquella muñequita de quirófano junto a Jordan, empezó a subir temperatura. No pudo evitarlo. A medida que se acercaba al grupo que formaba su familia, cuando podía verla con más claridad y observar los detalles, a Mandy se le tensaba un músculo más. Detalles como el vestido estilo campesina tan a tono con el evento, blanco inmaculado con lunares rojos. Habría sido la indumentaria perfecta para un festival country en pleno Wisconsin, si no fuera porque se le ceñía al cuerpo como un tatuaje de pega y el escote era tan vertiginoso que podía vérsele hasta el talón. Un escote del que Jordan había tenido serios problemas para apartar los ojos. Cuando Mandy vio sus ojos azules perdidos en los globos de silicona que rebozaban por encima del pasacintas rojo del vestido de aquella mujer, todas las preguntas que no cesaban de aguijonearle el cerebro como "¿qué hacía esa niñata ahí?", o "¿fue casualidad, o habíais quedado?", fueron sustituidas de un plumazo por un solo pensamiento. Y no era una pregunta sino una afirmación: "esa zorra te gusta".
Mandy tenía ganas de comérselo vivo.
El silencio siguió en el aparcamiento del hotel y en el ascensor. Pero tan pronto Jordan cerró la puerta de su suite, se rompió.
Ni el azul dominante en aquella habitación espaciosa e iluminada, con pocos muebles de diseño y una heavenly bed que invitaba al confort y al relax, ni la música suave -r&b- a selección del húesped, ni el aroma suave a ambientador de frangancia a jazmín que él siempre exigía en los hoteles donde se alojaba, lograron contener la tormenta.
—La próxima vez que se te ocurra darle una "sorpresa a tus fans" —dijo Jordan haciendo el gesto de ponerle comillas a las palabras—, me lo dices. Antes. Soy tu manager, no tu jodido secretario.
Mandy se dio la vuelta rabiosa.
—Te dije que no quería toparme con la Señorita Implantes. ¿Qué coño hacía allí?
—¿Has entendido lo que he dicho?
Jordan había avanzado hacia Mandy, igual de rabioso que ella. La temperatura empezaba a subir. Los decibelios también.
—¿Y tú? ¿Entendiste cuando te dije que te la follaras en Marte? ¿Qué coño hacía contigo?
—No sé. A lo mejor fue a oírte cantar —apuntó Jordan al tiempo que le regalaba una mirada irónica.
Cabrón.
Mandy resopló rabiosa, miró a un lado sintiendo que una rabia descomunal se adueñaba de ella.
—¡Fue a verte a ti! ¡Y no fuiste indiferente Jordan!
Él le clavo la mirada rabioso. ¿De qué estaba hablando? Tyler Bradford le daba completamente igual.
Cuando Mandy lo miró, él vio que sus ojos claritos centelleaban de rabia.
—Nada te ata a mí ¿sabes, Jordan? Eres libre. Igual que yo...
—¡Ya! —la interrumpió él, furioso—. ¡Por eso has subido a ese capullo al escenario y has dejado que te abrazara! Porque en el fondo sigues siendo la misma cría inmadura que has sido toda tu vida... Eres como el jodido viento, estás en todas partes y en ninguna.
Has dicho “viento”, pero pensaste “puta”.
Si no doliera tanto... Pero de él, dolía. Era lascerante como un hierro candente.
—Ken es un colega y no era yo la que no podía quitarle los ojos de las tetas a ese esperpentro. ¿Quién eres tú para decir lo que soy o no soy? ¡Te has pulido a todo cuerpo con faldas, incluída la Señorita Implantes!
—¿Ahora el problema es las mujeres que yo me haya follado?
La carcajada llena de ironía de Jordan le supo cual un tortazo, y Mandy se dio la vuelta para irse.
Pero él la detuvo por un brazo, violento, rabioso.
—Era un poco difícil no mirárselas ¿sabes? —se burló él—. Ocupaban tooodo el paisaje.
Mandy zafó de su mano, airada.
—¡Muy bien! —replicó con acritud al tiempo que salía de la habitación—. Eres libre de hacer lo que quieras con quien te de la gana. Yo también. Nada te ata a mí, ya lo sabes.
—¡Muy bien! —gritó Jordan.
—¡Genial! —replicó ella.
El portazo retumbó en la habitación. Los cristales vibraron. Pero lo único que escuchaba Jordan eran los latidos de su propio corazón golpeando, como mazazos, en sus sienes.
Mandy en cambio tardó más en ser consciente de lo que sucedía dentro suyo.
Entró en su habitación como una exhalación. Y siguió golpeando. Estrellando contra el suelo todo lo que iba encontrando a su paso. Furiosa. Iracunda.
Incapaz de controlar las emociones que le hacían hervir la sangre.
Incapaz de pensar. Soltando tacos y rompiendo cosas, como una adolescente histérica.
Fue un buen rato más tarde, después de haber puesto la cabeza bajo el agua fría, cuando sentada sobre la tapa del váter con el pelo chorréandole encima, empezó a tomar conciencia de que se habían gritado como energúmenos, de que era la primera vez que lo había oído levantarle la voz.
Entonces, recordó lo que Jordan había dicho. Y lo que ella le había dicho a él. Y de pronto, aquellas palabras tomaron forma en su mente, fueron reales.
Durante un segundo, fueron reales.
Y el corazón le dio un vuelco.
Igual que aquella tarde en Woodstock, cuando la mirada sin palabras de Jordan la había atravesado de parte a parte, poniendo una nueva conciencia en su vida.
De pronto, Mandy lo comprendió.
—Diosss... Estoy colada por él —se escuchó decir en un murmullo—. Joder, Mandy... ¿Qué vas a hacer ahora?
Era pura retórica. Sus pies se movieron rápidos hacia la salida sin esperar ninguna otra instrucción del cerebro, como si tuvieran autodeterminación.
Cuando abrió la puerta de su suite, se lo encontró allí. Ella salía; Jordan entraba. Después del primer momento de sorpresa, que duró apenas un instante, los dos se fundieron en un abrazo con desesperación.
—Mierda... cuando lo ví abrazarte tuve ganas de bajarlo del escenario a hostias —Jordan hablaba en tono tan desesperado como la forma en que la abrazaba mientras llovía besos en el pelo empapado de Mandy—. Me encerré en el baño... Si no, le iba a partir la puta cara delante de veinticinco mil personas...
Ella empezó a tirar de él hacia el interior de la habitación sin dejar de acariciarlo. Lo empujó contra el borde de la puerta y ésta se cerró. Retrocedieron, besándose apasionadamente, hasta que él dio con la espalda contra la puerta.
—Lo mío fue peor —susurró ella, colándose en su boca en un beso ardiente —. Le dije que como volviera a tontear contigo le iba a partir la cara...
—Dios... —fue una bocanada de aliento caliente que a Mandy le acarició el cuello y le aceleró el corazón. Las manos de él empezaron a desnudarla con desesperación.
—No me abrazaba... —susurró ella. Con sus manos le desabrochaba la camisa mientras con la punta de la lengua mantenía sus calderas quemando madera—. Solamente hay un hombre en el mundo que quiero que me abrace. Uno solo. Solamente tú, Jordan...
Él tiró de la camiseta de Mandy para ayudarla a sacársela, la alzó haciendo que ella le rodeara las caderas con sus piernas y enterró la cabeza entre sus pechos. Dibujó el cotorno del sujetador dejando un rastro de besos pequeños, apasionados. Cuando sintió la mano suave, delicada de ella colarse en su bragueta y acariciarlo por debajo del slip, los besos se convirtieron en mordiscos provocativos.
—Joder... Mañana va a haber un millón de fotos... Fotos tuyas con ese capullo... Un millón de fotos y un millón de rumores... Dios... —dijo jadeante—. Dios... —suspiró cuando sintió la presión de la mano de Mandy que le daba el alivio que necesitaba—. No puedo —susurró con desesperación frotándose contra ella—. Ya no puedo con esto, Mandy...
Ella respiró hondo y se elevó. Hizo que la penetrara. Ambos suspiraron aliviados y Mandy se acurrucó contra él. Le habló al oído, en un susurro envuelto en besos.
—Yo tampoco puedo con esto... Me da igual lo que digan, contigo soy feliz... Por favor, no lo sigamos ocultando —se miraron con ojos brillantes. Ella empezó a moverse suavemente, hacia arriba, luego hacia abajo—. Por favor, Jordan...
Él apoyó la cabeza contra la puerta. Cerró los ojos y respiró hondo. Al final, asintió.
Volvió a buscar sus besos con más y más pasión. —Vale, pero ahora vamos a la cama... —susurró, y empezó a subir con la punta de la lengua por el contorno del mentón femenino en dirección al oído—. Estoy muerto, ¿te importa?
—Me importa. Toma vitaminas —sonrió ella mientras intentaba quedarse con su lengua—. La cama me aburre.
Jordan empezó a caminar con ella en brazos en dirección a la heavenly bed enorme. Mandy se apretó más a él, riendo.
—Bájame.
—Te tengo bien cogida, no te vas a caer —bromeó él sujetando las caderas de Mandy más fuerte contra las suyas.
—Jordan... —dijo ella sonriendo incrédula —. ¿Quieres bajarme?
Él obedeció parcialmente, sólo lo necesario para liberarla de su abrazo íntimo. Luego, volvió a tomarla en brazos haciendo que ella le rodeara las caderas con sus piernas, y siguió hasta la cama. Se dio la vuelta y lentamente sin soltarla, se sentó.
—Te dije que la cama me aburre —repitió ella, desafiante.
Él se deslizó hacia atrás, hasta que quedó echado de espaldas, con ella sentada a horcajadas sobre sus caderas. Sonrió masculino.
—Hoy no te vas a aburrir. —Tiró de ella hasta que la tuvo encima. La estrechó entre sus brazos y se coló en su boca en un beso caliente—. Hoy vas a alucinar, preciosa.
Mandy suspiró, se acurrucó contra él.
Y no dijo nada.
Todo lo que vivía al lado de aquel hombre era alucinante. Él hacía que cada minuto fuera diferente, emocionante, entrañable, mágico. Incluso cuando desayunaban en un Starbucks, uno frente al otro, sin rozarse, manteniendo las distancias para que nadie los relacionara juntos, él se las ingeniaba para que siguiera siendo mágico. Ahora que por fin podría besarlo, llevarlo de la mano, bailar pegada a él... Ahora que ya no se esconderían...
No había palabras para explicar cómo se sentía solo con pensarlo.
No había palabras para expresarlo.
© 2007, Patricia Sutherland