"...—¿Sabes a quiénes venimos a recoger? —Luz volvió a sacudirse en sus brazos como si diera saltitos, robándole [a Dylan] la milésima sonrisa del día—. Seguro que te acuerdas cuando los veas… Jugaron mucho contigo el día que tu mamá y yo nos casamos… Él era su jefe cuando vivía en Londres  y ella es… Bueno, ella es ella. —El irlandés sonrió divertido ante la palabra que había estado a punto de decir. "Pedorra" era lo que siempre acudía a su mente cada vez que pensaba en Abby. 

Echó un vistazo a la hora. Su avión había aterrizado hacía un buen rato por lo que no tardarían en salir al siempre muy concurrido hall de la zona de llegadas. Apuró el paso. Notó que Luz, ajena al mundo en el que se movían los adultos, lo observaba todo con sus vivaces ojos con el mismo interés que la primera vez. Era una niña increíble. No se cansaba de mirarla, de maravillarse con sus reacciones.

—¿Sabes lo que vamos a hacer después? —Dylan soltó una carcajada al ver que ella le ofrecía una de sus sonrisas que dejaban totalmente a la vista sus siete dientecitos y medio—. Ya lo sabes, ¿no? Sí, señorita, sí. Vamos a ir al gimnasio a buscar a Andy y después todos juntos nos vamos para casa. Te gusta el plan, ¿eh, peque?

La pequeña había empezado a moverse y a reír en pleno ataque de excitación. Dylan la estrujó contra su cuerpo y besó su mejilla rechoncha. 

En eso Luz se parecía muchísimo a él, pensó el irlandés rebosante de orgullo, cada vez que oía el nombre de Andy se ponía como una moto....".